domingo, 29 de junio de 2008

Antecedentes

La casa ocupa más de la mitad de uno de los primitivos solares de la traza fundacional de Trujillo, efectuada a fines de 1534. Los solares en que se dividieron las manzanas que componen la característica cuadrícula o damero de las fundaciones hispanas en Indias, eran alargadas, tomando de calle a calle toda la profundidad de la manzana, a diferencia de Lima y de casi todas las ciudades de planta nueva, en que se dividía la manzana en cruz, formándose cuatro solares igualmente cuadrangulares. En Trujillo las manzanas más importantes, con frente a la Plaza Mayor y a sus ángulos, se dividieron en tres solares, las restantes en cuatro o más llegando en algunos casos, durante el siglo XVI con el aflujo de vecinos, a establecerse hasta ocho y nueve solares. Esta distribución se puede identificar fácilmente estudiando los actuales planos catastrales, en los que a pesar de las posteriores subdivisiones en la propiedad, se mantienen como linderos predominantes, las antiguas divisiones de los grandes solares. En el primer libro de cabildos que se conserva, correspondiente a los años 1549 a 1560, se asientan numerosos otorgamientos de solares de “ciento sesenta pies de frente a la calle y lo que toma en lo largo de su cuadra”.
El solar que ocupa la casa, es uno de los cuales en que fue dividida la manzana, delimitada por los jirones actualmente denominados “Pizarro”, “Gamarra”, “Bolívar” y “Junín”, siendo este solar el ubicado entre las calles Pizarro, Gamarra y Bolívar.
Aún no ha sido posible determinar el vecino a quien correspondió el solar desde la fundación de la ciudad, ni el o los nombres de los propietarios del mismo y de la casa que debió existir ya en el siglo XVI, y que probablemente fuera destruida por el terremoto de 1619, ni de los propietarios anteriores a Don Tiburcio de Urquiaga y Aguirre, Hidalgo de Vizcaya, que se establece en Trujillo por la década de 1780 y que en 1792 manda ejecutar trabajos en la casa, cuya escritura de compra y declaración de alarifes culmina en 1795.
Según un dibujo del viajero francés Leonce Agrand, fechado en 1839, en donde se aprecia la Iglesia de la Merced y la calle del Comercio (hoy Jr. Pizarro), se puede ver la esquina de la casa con un balcón de celosías, resaltando detrás, la altura de una imponente portada, probablemente de estilo barroco. El balcón ha quedado corroborado por una fotografía tomada de la esquina, pocos días después del sismo de 1970, en la que junto a los estragos causados, se aprecian ¡as huellas de lo que debió ser la puerta de ingreso a un balcón.
Igualmente se nota la presencia en el dibujo, de un cañón en el vértice de la esquina, el mismo que ha sido recolocado en su ubicación original por el proceso de restauración. La casa, posiblemente reconstruida por Don Tiburcio de Urquiaga tras los efectos causados por el terremoto de 1759, fue anteriormente de un sólo piso con altillos, ocupando, con patios más amplios, huertas y caballerizas de calle a calle.
La declaración de alarifes (equivalente a la actualmente denominada "Declaratoria de Fábrica") ya mencionada, muestra que se levantaron las habitaciones a la altura más o menos actual, que se construyó una calesera al lado izquierdo de la portada principal, y un local para comercio o negocio en el otro lado de la portada y del zaguán. Asimismo, se hicieron rejas de ventanas de balaustres de madera, elementos éstos que aún existen en poder de uno de los descendientes. Estas rejas según usanza de la época, era voladas hacia la calle y rectangulares, sin peana ni coronación. En las exploraciones realizadas se han podido comprobar estas afirmaciones con hallazgos de pisos de canto rodado de piedra, en la antigua calesera, y de ladrillo a nivel más bajo (1.00 m) en las habitaciones, lo que hace pensar en patio más extensos y en huellas de vanos de las anteriores ventanas de reja, que sirvieran para justificar el nombre de "Calle de las Ventanas de Don Tiburcio".
Las exploraciones realizadas en 1971 por una Misión de la Universidad de Harvard, a cargo de expertos arqueólogos, mostró evidencias de asentamientos humanos muy antiguos, por los fragmentos de cerámica Mochica, Chimú e Inca encontrados. En ese mismo año, se descubrieron fragmentos a niveles muy bajos, de pinturas murales que parecen datar de comienzos del siglo XVII, probablemente pertenecientes a la casa destruida por el terremoto de 1619.

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